Pornografía en niños, niñas y adolescentes

Dra. Malena Amarillo | Medicina Sexual

Adolescente mirando un celular | Pornografía en niños, niñas y adolescentes

La Educación Integral en Sexualidad (EIS) es un derecho de niñas, niños y adolescentes, reconocido en distintos tratados internacionales y leyes nacionales.

La educación sexual no es una responsabilidad exclusiva del sistema educativo formal. En estos procesos también deben involucrarse los sistemas de salud, otras instituciones como los clubes deportivos y las familias. Sepamos que educamos cuando no educamos.

Hoy en día los niños, niñas y adolescentes tienen acceso preocupante a contenidos pornográficos.

La carencia de educación sexual y la dificultad que tienen muchos adultos para hablar de sexualidad, lleva a que muchos niños, niñas y adolescentes busquen respuestas en internet. Esto implica el acceso a contenidos explícitos inadecuados, que posiblemente incluyan violencia y humillación naturalizada. Si se “educan” con pornografía, pueden llegar a entender que esas prácticas forman parte del relacionamiento sexual de las personas. 

El fácil acceso a la pornografía conlleva el riesgo de que moldeen su deseo a partir de lo que ven. Sin embargo, prohibirla no parece ser la solución al problema.

En Uruguay, la edad promedio de inicio de consumo de pornografía es 12.4 años. Una encuesta realizada entre 2021 y 2022 por el programa de Género, Salud Sexual y Reproductiva de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República sostiene que el 67% de los adolescentes ve pornografía y de estos, el 23% había visto por primera vez entre los 6 y 7 años de edad.

En el mundo adulto, procurar material audiovisual que despierte la excitación sexual no tiene por qué ser algo necesariamente negativo. El problema del acceso a edades tempranas radica en que niños y niñas aún no tienen la capacidad de entender y decodificar esos contenidos.

La pornografía representa más del 30% del material disponible en internet. Es demasiado fácil toparse con ella.  Con el acceso a dispositivos móviles a edades cada vez más tempranas, es posible que, aún sin buscarla, niños y niñas se puedan encontrar con algunas de estas imágenes. Una exposición a estos contenidos a temprana edad interfiere con el desarrollo sexual en la infancia y adolescencia. Genera una percepción desvirtuada de la sexualidad. 

La mayor parte de la pornografía disponible está cargada de prácticas y estereotipos que pueden generar daño en la vida sexual de las personas, desde la corporalidad de los protagonistas hasta la naturalización de prácticas violentas. En este contenido, no se suele abordar el consentimiento ni se incluyen métodos anticonceptivos de barrera, necesarios para el ejercicio de una sexualidad responsable, plena y saludable. 

El consumo de pornografía sin supervisión resulta riesgoso al idealizar prácticas que distan notablemente de las que se llevan a cabo en la vida real. Genera que se gesten expectativas no realistas sobre la imagen corporal y sobre el desempeño sexual propio y de la pareja, lo que puede generar ansiedad de ejecución, especialmente en varones, y provocar trastornos de la excitación, erección y eyaculación.

Los adultos también necesitan acceder a información que a menudo desconocen, como las posibles secuelas del consumo excesivo de pornografía. A largo plazo, este hábito puede favorecer la aparición de disfunciones sexuales, como disfunción eréctil o la dificultad para excitarse o alcanzar el orgasmo en los encuentros sexuales.

Adolescente mirando un celular debajo de un acolchado | Pornografía en niños, niñas y adolescentes

Estamos ante una generación criada por el porno y sin Educación Integral en Sexualidad. Prohibirlo es tan utópico como ineficiente. Mientras el ser humano siga buscando estímulos audiovisuales para activar su respuesta sexual, seguirán apareciendo nuevos contenidos. 

Es por ello que los programas de educación sexual, incluyen contenidos para brindar herramientas a los adolescentes para que, por lo menos tengan un pensamiento crítico sobre el porno. 

Desde nuestro rol como familias, podemos buscar estrategias para poder reflexionar junto a nuestros hijos e hijas sobre esas imágenes, explicando que no se condicen con las formas con las que habitualmente se relacionan las personas. 

Procuremos una comunicación asertiva, evitando el rezongo, habilitando instancias de diálogo de las cuales podamos interiorizarnos con los contenidos que consumen en plataformas digitales, validando sus puntos de vista, escuchándolos y disparando preguntas que demuestren genuino interés en conocer sus opiniones. 

Este intercambio favorecerá la formación de subjetividades en el respeto y la no violencia, la revisión de estereotipos de género y la promoción de una sexualidad saludable. 

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